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Olivia Delacroix

Retrato. Joven directora de las actividades del Instituto Francés de Zaragoza desde hace un año, Olivia Delacroix tiene en sus manos la nueva generación de artistas franceses  

"Intento sorprender a la gente con un cartel insólito" 

¿Quién viene al Instituto Francés?


La gente mayor suele venir aquí porque de niño aprendía el francés a la escuela. Como muchos de ellos tuvieron que huir de la guerra, se fueron a Francia. Al volver, llevaban con ellos un nuevo modo de vivir que generó una necesidad de no perder lo cotidiano para no sentirse desarraigado. Así que cuando acuden al Instituto, recogen revistas de la vida cotidiana francesa, como Marianne o programas de televisión como Telerama.


Y las clases de francés atraen...


Recibimos al Instituto 650 alumnos, de toda edad. Hoy en día se aprende el inglés en clase de modo que los padres mandan sus hijos al Instituto francés para ampliar su conocimiento de los idiomas.


El Instituto propone libros, exposiciones, conciertos y cine... ¿Qué engancha lo más de la cultura francesa?


El cine tiene un gran éxito porque el Instituto se afana por dinamizar un cine de cualidad, con documentales, ciclos temáticos y un cine autor. Además, en toda Zaragoza no se puede encontrar un cine que pone en marcha versiones originales, tampoco en el cine Renoir. Es una ventaja que nosotros fomentamos, ¡y funciona! Este año acudieron al festival CineFrancia diez mil personas y se estrenaron ochenta películas!


Después del festival CineAfrica que duró dos meses, Cinefrancia puso de realce los países francófonos. Estamos ante una cultura francófona dinámica que se empeña en dar su voz. ¿La cultura francesa está pasada de moda?

No está pasada de moda sino que  la cultura francófona establece un nuevo eje, más complejo, que se enfoca sobretodo en la cuestión de la identidad. Representa otra faceta de la cultura francesa. Además, se olvida demasiado que se habla el francés en muchos países, es por eso por lo que  estamos nosotros para vincular también el brío de esa nueva cultura.


Trabaja usted con librerías, con la Universidad, con la Filmoteca... La cultura siempre tiene mala fama con el presupuesto.     

 El presupuesto lo invierte la Embajada Francesa de Madrid. Y en efecto baja cada vez más, así que tenemos que trabajar con actores locales o grandes firmas como la Fnac. Como hay que pagar para estar en la agenda cultural, hay poca comunicación de los eventos. Tenemos muchos proyectos que no podemos llevar a cabo, como lo de mandar españoles a Francia.


Zaragoza está hermanada con la ciudad francesa Pau, al lado de la frontera española. ¿Tiene proyectos culturales con ella?


Tenemos relaciones desequilibradas con esta ciudad, por ser demasiada pequeña. Es una lastima porque tiene un festival gratuito durante el verano con buenos músicos. Solemos trabajar con grandes ciudades, que rebosan de artistas insólitos. Yo busco lo inédito, sorprender a la gente en mi trabajo.


Por cierto, un encuentro insólito.


Bernard Plossu, sin duda, que se quedó aquí cinco días. Hicimos publicidad por su exposición en el Palacio Montemuzo. Era un encuentro apasionante: ¡hoy en día es uno de los mejores fotógrafos del mundo!   


¿Cómo es ser francesa en España? 


Hace un año que vivo aquí, y sólo me quedaré un año más en el Instituto. Añoro a veces el hecho de irme tan pronto porque me siento a gusto aquí. Y además estoy en España sin serlo, porque en el Instituto ¡sólo trabajan franceses!


¿Puede decirme unos eventos de 2007 que no se pueden dejar escapar?


En 2007, podremos escuchar a “los hermanos Capuçons”, dos violinistas que son las estrellas de la música clásica contemporánea. Y también, el 28 de junio no se puede perder la Fiesta de la Música que organizamos con el Ayuntamiento de Zaragoza.

                                                                    

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